marzo 25, 2010

Los reencuentros y desencuentros

Y sin embargo sigo andando....
Han pasado 2 años intensos de mucha reflexión, agobio, angustia y ansiedad, lo cual me tuvo paralizada, llena de miedo e inseguridad. A pesar de ello, tuve la valentía de "mirar" hacia mis adentros, de enfrentar mis enfermedades, de asumir mis limitaciones, de reconocer mis errores. Desde la soledad y el aislamiento pude surgir renovada, en el silencio de mi pensamiento encontré la paz anhelada...
De pronto, las personas del ayer reaparecen, nos volvemos a cruzar por el camino. En cierto momento las circunstancias del devenir nos apartaron, no nos despedimos, simplemente cada quien tomó su maleta y abordó un tren con destino distinto. Curiosamente, nos topamos en la misma estación y al reencontrarnos nos reconocemos diferentes. Por las huellas del tiempo transcurrido que han quedado plasmadas en nuestro cuerpo, reconocemos al instante que nuestra persona ya no es la misma; sin embargo, nos percibimos como los mismos, como lo que fuímos en el pasado.
Como resultado de la causalidad, por los vínculos generados en el pasado y por las condiciones del presente, nuestras vidas se vuelven a intersectar. El condenado hábito de hablar del YO nos conduce a platicar de lo que hicimos cuando trabajabamos juntos, de las personas que conocimos, de lo que ha sido nuestra existencia desde que nos alejamos, de los acontecimientos sociopolíticos y económicos que vivimos en la actualidad; por supuesto, el tema de preferencia es nuestra profesión, los proyectos que nos ocupan, y para rematar de lo que ocurre en el centro laboral donde alguna vez fuímos los actores protagonistas
Claudia y José Luis fueron mis compañeros de trabajo, mis "jefes" inmediatos. Yolanda la asistente de la "jefa". Junto a ellos aprendí a trabajar para una institución del gobierno. Era funcionaria del INBA. Cada uno desde su "puesto", detrás del escritorio defendimos posturas e ideales, en algunas ocasiones fuímos tan aferrados que llegamos a enojarnos. Por supuesto, ganaba la de mayor jerarquía; ella, la que tenía el "sartén por el mango" nos imponía el rigor de la política institucional. Fueron muchas reuniones interminables de análisis, éstas nos llevaron a generar estrategias educativas, así, realizamos acciones que creíamos irían a cambiar el mundo. Después de pocos aciertos y muchos fracasos, me harté, salí golpeada y me fuí.... Comí con Claudia y Yolanda, a la "jefa" no se le quita el aire de funcionaria, el traje de compromiso político es el que mejor le queda, hablamos de la situación actual del país, del INBA y de las nuevas autoridades. Me enteré muy poco de su vida interior; ella se asombró de mi no "productividad" y sin darle mayor importancia, smplemente lo justificó. Yolanda regresó al INBA como asesora, así que, comió y se apresuró para volver a la oficina. Lo interesante fue que desde otra posición sólo me aboqué a escucharla, ese mundo dejó de interesarme, para mi ya no tiene importancia cuidar mi estatus ni mi reputación social... Al día siguiente nos reunimos Alejandra, Alma, Maru, José Luis y yo. Comimos una sabrosísima carne azada. El tema de los alimentos fue entretenido, la edad, la salud y los kilos de más nos tienen a dieta: no puedo comer grasa, aquello me hace daño, no debo pasarme de las kcl, no bebidas endulzantes ni alcohólicas, no dulce, etc... La próxima vez que nos reunamos nada de carne azada, ni tequila, ni botana, sólo un buen caldo de pollo con verduritas al vapor. Je. Bernardo y Paulina compañeros de profesión. Era yo profesora, investigadora de tiempo completo del CNA y estudiante del doctorado en la UAM. Uno involucrado en la investigación estética de la danza, la otra abocada a la antropología, la filosofía y ser mamá. Con ellos compartí muchos conocimientos, desde la academia las discusiones nos llevaron a crear modelos de interpretación sociocultural. En aquel entonces, mi situación laboral me llevaba de un lado para otro, un rato estaba con los investigadores de las artes y luego, me apasionaba de la teoría antropológica y la práctica etnográfica. Él me visitó en Morelia, recordó el sitio donde trabajabamos, me compartió su nuevo proyecto de vida y hablamos de las relaciones de género. Con la segunda sólo nos reconocimos por el chat, centramos nuestro diálogo al ¿qué te dedicas? Concluí que dejé a un lado la búsqueda del reconocimiento y el aplauso profesional, me cansé de competir con mis colegas... Por su pate Rodolfo y Esperanza, unos verdaderos personajes. Cada uno a su estilo han sido guías en el trayecto artístico y laboral que elegí recorrer. Yo era bailarina, profesora de danza y estudiante de la ENAH. "Fofo", como lo llamábamos de cariño, un locuaz encantador, generador de ideas fuera de serie, un apasionado empedernido de las artes, buscador de esencias de la naturaleza, imaginativo e ilusionista, sincero, abierto, afectuoso, genio y loco. En aquel tiempo en la escuela de antropología abrimos la especialidad de la etnocoreología. A partir de entonces, la etnología y la coreología fueron los pilares que me sostuvieron a lo largo de 25 años de mi experiencia profesional y laboral. "Pera" me ha impulsado, me ha motivado, me ha conducido por el tenebroso y abominable camino burocrático y laboral del INBA, me ha cuestionado, me ha criticado y me ha comprendido. En momentos difíciles de trabajo ella estuvo pendiente de mi, no me abandonó. En otras ocasiones a pesar de no estar de acuerdo conmigo antepuso por encima de todo nuestra amistad. Generamos proyectos novedosos, nos divertimos sin medida. Fiel, me siguió el ritmo alocado de trabajo que me caracterizaba; sin aviso previo, me desconectaba, dejaba de hacer lo que en ese momento me tenía ocupada, cerraba el changarro y chismeábamos como locas. Ellos han sido y son unos de mis mejores amigos, podemos comunicarnos sin tapujos, somos claros y directos. Nunca nos ha detenido el qué dirán, tampoco nos mueve el interés material...
A la distancia, reconozco y renuevo la amistad de aquellos personajes que jugaron un rol interesante en una etapa de mi vida. Me doy cuenta de la transitoriedad, ellos han cambiado, yo he cambiado; no obstante, nos vivimos como los mismos y pensamos que nos comportamos igual. Me parece que, si tratásemos de desechar la identidad que nos define nos generaría inseguridad y miedo, sentimos que perdemos "aquello" a lo que le hemos invertido mucho esfuerzo en atesorar. Nos sentimos importantes, únicos y necesarios que requerimos de demostrar que somos "alguien". El camino por donde he andado últimamente me permitió reconstruirme, deseché etiquetas, me aparté de lo que se me había asignado. Miré hacia mis adentros y encontré otro potencial existencial...

1 comentario:

irericastro dijo...

Que saludable ... escribir, describir, reflexionar, analizar ... mutamos ... cada día somos un poco diferentes, ojalá mejores te quiero.

Has vivido de todo, trabajo, trabajo, mas trabajo, y mas solo siempre diferente y eso Maira es muy chido!
Al final nos adaptamos a cada situación y la vivimos de la mejor manera, tratando de aprender y ser congruentes.