octubre 24, 2006

La observancia y la reflexión.

“Puede que a veces nos sintamos deprimidos porque nos parece como si nuestra vida no tuviera dirección o porque tal vez creamos que existen muchos obstáculos para hacer de ella algo significativo. Sin embargo, cuando consideremos la libertad y las oportunidades que tenemos, nos quedaremos sorprendidos y nos sentiremos llenos de alegría. Entenderemos que la depresión es un estado que se produce debido a nuestro hermetismo mental. Esto sucede porque no hemos eliminado las causas básicas de nuestras dificultades: la ignorancia, el enojo y el apego. Mientras padezcamos estas actitudes perturbadoras, aunque disfrutemos de condiciones favorables, no nos sentiremos contentos. Según el enfoque budista, el modo más beneficioso de utilizar nuestra inteligencia consiste en desarrollar el altruismo y la sabiduría que conoce la naturaleza última. Al pacificar nuestra mente, nos sentiremos felices donde quiera que vayamos y seremos capaces de crear un ambiente más tranquilo” (rf. Chodron, Thubten, Corazón Abierto, Mente Lúcida, 1993: 137).

Hace unos días atrás, me sorprendí al saber que tu mente estaba generando una gran tormenta y me percaté que tu ánimo andaba por el piso. Nada, se trata de cansancio, digo yo. Duerme y descansa, deja que tus dulces sueños te lleven al país de la imaginación. Olvídate por unas horas de lo mundano, no gastes energía en pensamientos que te generan hastío, ello no te ofrece alternativa alguna para sentirte a gusto contigo mismo. Recuerda que estás en una etapa de muchas transformaciones físicas, psíquicas y mentales, estás tratando de encontrar el lugar que te corresponde, y esta incertidumbre de no ubicar el lugar exacto en donde estás parado, te desgasta. A nadie le gusta estar perdido y caminar sin sentido. Tómate tu tiempo, nadie te apura, no sientas que debes llegar a una hora determinada, verás, que siempre vas a estar en el momento y en medio de donde tenías que estar. Busca la sombra de un árbol, siéntate, contempla el panorama, cierra los ojos, respira y escucha latir tu corazón. Éste sigue su curso sin parar, se mantiene en su ritmo constante, preciso, gracias a ello, todo el cuerpo funciona sin problemas. Escucha el viento y deja que tus pensamientos se vayan volando cual mariposas revoloteando de flor en flor. Deja que tus sentimientos fluyan, no trates de detener su cauce pues, ya vez, al final lo que generas es que se empantanen, y te generen una putrefacción de emociones negativas.

Al despertar, en vez de pensar: “Qué es lo que tengo que hacer hoy”, piensa de este otro modo: “Voy a tratar de no dañar a los demás en la medida en que me sea posible, y voy ayudarles tanto como pueda”. Ello nos permite evitar el enojo, el orgullo y la envidia.

Además, a lo largo el día, puedes cultivar tú motivación teniendo presente el siguiente propósito: “Voy a actuar por el beneficio de los demás. Aspiro a disminuir mis limitaciones y a desarrollar mis capacidades completamente para ser capaz de ayudar a otros de forma más eficaz”. De este modo nuestra acción se vuelve constructiva, dejando una impresión positiva en nuestro continuo mental.

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